Nuestro cuerpo expresa las emociones en acciones musculares concretas. Por ejemplo, la alegría mueve los músculos hacia arriba (las cejas, la sonrisa, …) y la tristeza hacia abajo (la expresión, los hombros…). También sabemos que el miedo nos mueve hacia atrás, y la agresividad hacia delante.
No podemos hablar de “buenas posturas” o “malas posturas”, pero sí de la necesidad de ser conscientes de que, cuando una emoción se instala permanentemente en nuestro cuerpo, activa crónicamente ciertos grupos musculares (por ejemplo, el bruxismo asociado al estrés) y pueden aparecer desequilibrios musculares y articulares que deriven en tensiones y patologías con dolor.
La práctica de ejercicio físico regular, y disciplinas como el Yoga o el Pilates ayudan a prevenir y corregir los desequilibrios y descompensaciones en las cadenas musculares. Pequeños cambios posturales pueden significar grandes cambios en nuestra actitud y en nuestra vida.