1. Mejora la calidad de tu dieta diaria: Las frutas y las verduras deberían estar en nuestra dieta durante todo el año. Sin embargo, en invierno a veces nos cuesta porque tenemos menos tiempo para ir a la compra a surtirnos de alimentos frescos y para cocinar. Ahora, con el calor, apetecen ensaladas, frutas, zumos y comida más natural. Aprovecha el verano para acostumbrarte a desayunar fruta, empezar la comida con una ensalada y probar nuevas combinaciones de verduras, como la coliflor cruda en ensalada o las cremas de verduras frías.
2. Hidrátate mejor: Nuestro cuerpo es un 80% de agua. Por lo tanto, mantener el nivel de hidratación es vital para tener una buena salud. Asociado al calor, incrementamos la ingesta de agua porque el cuerpo nos lo pide y podemos aprovechar para reducir el consumo de otras bebidas carbonatadas, azucaradas o alcohólicas y sustituirlas por agua natural. Ten siempre a mano una botella de cristal con agua o una infusión fría. Acostúmbrate y mantén este hábito durante todo el año. Lo notarás en la piel, en tu nivel de energía y en que tendrás menos hambre y menos apetencia de alimentos poco saludables.
3. Pasea y disfruta del sol: La mayor intensidad lumínica, que acompaña al incremento en la duración de los días, impacta sobre los biorritmos tendiendo a prolongar la actividad durante todo el día y a subir los niveles de energía por las tardes. Aprovecha para pasear ya que es uno de los mejores ejercicios que puedes hacer para mantenerte activo, idealmente con el sol de las últimas horas del día que es menos dañino para la piel y proporciona vitamina D, fundamental para la salud de los huesos, los dientes y la absorción del calcio. Además, nos crea una mejor predisposición para conciliar el sueño y desempeña un papel esencial en el sistema nervioso, muscular e inmunitario y es un magnífico antidepresivo. Es importante tener en cuenta que siempre debemos protegernos antes la exposición del sol con cremas protectoras.
4. Duerme más y mejor: Romper con las rutinas diarias, cenar tarde o hacerlo en exceso, pueden dificultar el sueño en verano. Más aun durante las vacaciones, cuando los horarios prácticamente desaparecen. Debemos intentar acostarnos a la misma hora, y dormir un mínimo de 8 horas, para sincronizarnos con nuestro reloj biológico y producir neurotransmisores como melatonina y leptina que inciden en nuestro bienestar al día siguiente.