El mecanismo fisiológico del miedo se inicia en la amígdala cerebral y su función es intentar localizar cualquier suceso o situación que ponga en riesgo nuestra integridad física. Por ejemplo, imagínate que estás paseando y de pronto te encuentras cerca de un precipicio. Antes de que tu mente sea consciente del riesgo de caer desde las alturas, tu cuerpo ya se ha puesto tenso y te aleja de la zona de peligro sin que tu hayas tomado la decisión de alejarte. Este miedo es bueno, te ayuda a protegerte y activa en tu cuerpo la respuesta de lucha o huida.
Si el peligro es real, la respuesta fisiológica del miedo desaparece una vez desaparecido el estímulo amenazante y el cuerpo, pasado un tiempo, vuelve a la normalidad. El problema es que cuando el peligro no es real, sino un producto de nuestros pensamientos, el estimulo amenazante no desaparece y por tanto la respuesta del cuerpo tampoco. Nos quedamos viviendo en un estado de estrés continuo que tiene graves consecuencias sobre la salud a nivel físico y a nivel mental.
El primer paso para superar nuestros temores es valorar si cuando aparece la angustia y la ansiedad estamos delante de un peligro real o de una amenaza irreal elaborada por nuestra propia mente. El miedo real hace referencia a un tipo de miedo que se construye a partir de componentes reales: si estás en tu casa y entran ladrones este miedo es normal porque te enfrentas al riesgo de sufrir daños físicos. Cuando el miedo proviene de nuestros propios pensamientos, (por ejemplo, el miedo a hablar en público o el miedo a volar) es un miedo ante un peligro que no es real, que no desaparece y produce un gran malestar psicológico a la persona que lo padece.
El primer paso, por tanto, para saber si el miedo al COVID al que te enfrentas es real o producto de tus pensamientos es situarse en el momento presente y analizar si el peligro es real, es decir, someter el miedo al juicio de la inteligencia.
El segundo paso para conocer si tus miedos son reales es aumentar el conocimiento sobre lo que te atemoriza. Muchos de los miedos que sufrimos están íntimamente unidos a nuestra naturaleza como seres humanos. Y son miedos normales, como el miedo a la muerte, el miedo a no ser aceptado, el miedo al fracaso o a la soledad.
Es normal tener estos miedos, pero lo contrario del miedo es la seguridad. Y aumentar el conocimiento sobre el hecho que te atemoriza proporciona seguridad y autoconfianza.